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Cinco sentidos para disfrutar plenamente del placer de la buena mesa

En lo que a la alimentación y el disfrute del buen comer se refiere no hay duda de que el sentido del gusto juega un papel determinante. Pero, ni mucho menos es el único que marca la diferencia a la hora de degustar y disfrutar de la buena gastronomía. De hecho, los cinco sentidos determinan el disfrute o rechazo hacia un alimento o receta. De un modo u otro todos participan y si aprendemos a comer con los cinco sentidos, seremos capaces de elevar nuestro placer a cuotas hasta ahora no experimentadas. Saber aprovechar al máximo nuestros sentidos es tan importante como la calidad del producto o receta que vamos a degustar. Por ello, hoy vamos a desglosar cada uno de ellos para descubrir el papel que juegan en el acto de comer, en las percepciones y sensaciones que éste nos genera, en la atracción o el rechazo hacia determinado alimento o en el deleite gastronómico.

El gusto

Comenzaremos por el que parece ser el fundamental, aunque no el único, en el caso que nos ocupa. No podemos negar que es el sentido que más y mejor nos permite disfrutar de los alimentos y de modo contrario, si el sabor de un producto o plato no nos agrada puede convertirse en una auténtica tortura. Podríamos prescindir de los otros sentidos (eliminando, sin duda, muchos elementos del placer), pero lo que es inconcebible es poder disfrutar de la comida si no contamos con el gusto. Ácido, dulce, salado o amargo son los sabores primarios, pero todos ellos pueden combinarse potenciando las sensaciones que nos producen al comerlos. También nos permite percibir el sabor propio de cada alimento, la intensidad y la armonía de una receta.

El olfato

En un supuesto ranking de los sentidos más importantes a la hora de disfrutar de la gastronomía éste ocuparía el segundo puesto. De hecho, todos hemos podido comprobar hasta qué punto perdemos parte del sabor de los alimentos cuando estamos constipados y no percibimos el olor de una receta. Además, el olfato es un potente evocador de recuerdos, antes incluso de que el plato llegue a la mesa. La evocación de los mismos puede abrir instantáneamente nuestro apetito o por el contrario, producirnos un fuerte rechazo a la comida que están a punto de servirnos. El papel de este sentido es mucho más evidente en los platos calientes que en los fríos, pues los primeros suelen desprender aromas mucho más intensos. Además, cumple otras dos funciones fundamentales: prepara los jugos gástricos que facilitan la digestión y detectar el mal estado de los alimentos.

La vista

Junto con el olfato es el primer sentido que nos va a aportar información sobre aquello que vamos a comer. Es el sentido que más consigue impresionar a nuestra mente, que comprende mucho mejor lo que ve y lo recuerda durante más tiempo. Gracias a la vista comprobaremos la cantidad que se nos ofrece, identificaremos el producto o productos, la composición del plato y la presentación. La disposición de los alimentos, las formas de los mismos, los colores o los matices nos ofrecen información fundamental a la hora de despertar nuestra apetencia. También nos aporta datos sobre el tipo, estilo o cultura gastronómica de aquello que vamos a comer. De hecho, la tan en boga comida creativa se basa muchas veces en la conjunción de colores y formas, más allá del sabor de los elementos que integran el plato. Los adornos, decoraciones e ingredientes secundarios adquieren así tanta importancia como el producto principal. 

De la importancia de la vista saben muy bien los expertos en marketing y publicidad. Blogs, redes sociales o anuncios publicitarios se basan en la estimulación de este sentido. Un solo vistazo nos abre el apetito y nos impulsa a comprar aquello que nos ha entrado por los ojos.

El tacto

La importancia de este sentido ha ganado enteros con la irrupción de la cocina moderna y la importancia que ésta otorga a las texturas. Gracias al tacto podemos distinguir y apreciar infinidad de texturas distintas, según el diseño de un plato, la temperatura o los ingredientes, preparaciones y técnicas que se hayan usado. Una de las funciones más importantes de este sentido en la alimentación es la de detectar la temperatura. El paladar humano solo es capaz de soportar una franja de temperaturas que se sitúa entre los -20 grados centígrados y los 50 grados centígrados. Todo lo que supere estos umbrales jamás debería plantearse en la cocina, pues podría ser muy peligroso. Pero, si respetamos estos márgenes, la combinación de distintas temperaturas en una misma receta nos proporciona la posibilidad de experimentar diversas sensaciones a la vez, convirtiéndose así en uno de los pilares de la moderna cocina creativa.

El oído

Podría parecer que este sentido no juega papel alguno en lo que a la alimentación se refiere, pero, si bien es el que menos participa, sí que nos proporciona sensaciones que van a determinar nuestra experiencia durante la degustación de un alimento o receta. De hecho, el sonido en determinados alimentos es fundamental. Por ejemplo, no se entiende una patata frita o fruto seco que no cruja cuando lo comemos. El oído participa aportando información sobre determinados alimentos y productos y también se convierte en un elemento importante a tener en cuenta en una gastronomía que cada vez da más importancia a las texturas. Por otra parte, todos hemos comprobado cómo se nos abre el apetito solo escuchando hablar de algún alimento o receta suculenta.

En resumen, aunque unos sentidos son más importantes que otros, a la hora de disfrutar de la comida, los cinco son imprescindibles para descubrir el placer de la gastronomía en el más amplio sentido de la palabra.

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