Comer lo que te pide y cuando te lo pide tu cuerpo. Esta frase resume bastante fielmente lo que significa la alimentación intuitiva, pero, si nos quedamos solo con ella, estaremos muy lejos de comprender la dimensión y la dificultad de llevar a la práctica esta dieta, que introdujeron los nutricionistas estadounidenses Evelyn Tribole y Elyse Resch en 1995. Y es que, solo el hecho de aprender a distinguir lo que de verdad nos pide nuestro cuerpo, ya es tarea nada sencilla, pues muchas veces confundimos los requerimientos de nuestro metabolismo con la necesidad de superar problemas emocionales, dificultades o simplemente, con el ansia por comer productos sabrosos y cargados de grasas, azúcares e ingredientes nada saludables.
Por todo ello, vaya por delante que la alimentación intuitiva se basa en reconocer las necesidades nutritivas de nuestro metabolismo, no en compensar estados de ánimo. En la media que aprendamos a reconocer estas necesidades evitaremos los excesos y también las frustraciones que conllevan las dietas restrictivas.
Según Tribole y Resch, la fórmula es sencilla: comer cuando apetezca, parar cuando estés lleno y no pagar los desamores o el estrés con un atracón de dulces o comida basura. Su modelo no restringe ningún alimento y defiende que la clave del éxito de cualquier dieta se basa en no librar una batalla en contra de la comida, que al final conducirá a un exceso indeseado y al temido efecto rebote.
Cómo aplicar la alimentación intuitiva
Los nutricionistas estadounidenses desarrollaron una serie de principios que sustentan una alimentación, que aseguran que integra la emoción y el raciocinio:
- La comida no soluciona problemas personales ni emocionales. Tratar de resolver sentimientos como la ansiedad, el enfado o el aburrimiento a través de los alimentos no es una buena idea. No solo no resolveremos el problema que está en el origen, sino que acabaremos sintiéndonos peor a largo plazo, pues no solo tendremos que lidiar con esas emociones negativas, sino que sumaremos las molestias de la sobre ingesta. Por tanto, debes aprender a disociar las emociones de la comida. Los alimentos no deben ser ni un premio ni un castigo. Hay muchas otras alternativas para lidiar con tus sentimientos.
- Aprender a escucharse. Si sabemos interpretar correctamente las señales de nuestro cuerpo sabremos cuándo debemos comer y cuándo hemos comido bastante. Es aconsejable hacer pausas y preguntarnos si de verdad necesitamos más comida o somos presas de la gula. Pero, siendo consciente de esto, no esperes a que pasen las tres, las ocho o las doce horas estipuladas. Come cuando sientas hambre, pero asegúrate de que sea hambre real.
- Adiós a las dietas restrictivas. Las dietas milagrosas, radicales y basadas en prohibiciones no sirven para mantener resultados a largo plazo. Todo lo contrario. Después de seguir una de estas dietas, lo más normal es que estés ansioso por comer todo aquello que se te prohibió y acabes comiendo mucho más y con más peso del que tenías antes de comenzar el régimen.
- Acaba con los falsos mitos. No hay comida “buena” o “mala”. Rechaza los sentimientos negativos que te han inculcado hacia ciertos alimentos, porque lo cierto es que los que son buenos para unos no tienen por qué ser los indicados para otros. Recuerda que nadie sabe lo que necesitas mejor que tu propio cuerpo.
- Déjate seducir por el placer de comer. Una comida que te encanta y de la que disfrutas con cada bocado te producirá mucha más satisfacción y plenitud que aquella a la que estás obligado a comer y que acabará produciendo en ti el temido efecto rebote. Tómate tu tiempo, come en un ambiente relajado y no dejes que nada te distraiga del placer de degustar aquello que estás comiendo.
- Quiérete. Acéptate a ti y a tu cuerpo. Tu metabolismo es el que es y si bien seguir una alimentación sana y equilibrada es fundamental, no lo es menos saber que eres como eres. Si te quieres meter en una talla que no te corresponde, estarás en una permanente batalla que, sí o sí, vas a perder. Busca la mejor versión de ti mismo, no ser la copia de otro.
- Haz ejercicio. El deporte es una de las bases fundamentales de nuestra salud y nuestra línea, pero, una vez más, ir en contra de lo que te hace sentir bien nunca tendrá éxito a largo plazo. Para conseguir tus objetivos, debes encontrar un ejercicio que te motive, te divierta y te permita introducirlo en tu rutina diaria. Una vez lo encuentres, comienza lentamente y ve aumentando gradualmente el tiempo y el esfuerzo que dedicas a esa actividad. Son especialmente aconsejables aquellas disciplinas que ejercitan cuerpo y mente, como el yoga o el taichí.
Pros y contras de la dieta intuitiva
Diferentes estudios, como el realizado por la Universidad de Cambridge en 2014, han demostrado que la alimentación intuitiva ayuda a mantener el peso, pero no han encontrado evidencias de que ayude a perderlo. Pero lo que sí parece haber quedado demostrado es que este tipo de dieta tienen beneficios que van más allá de su supuesta capacidad de ayudarnos a adelgazar. Entre ellos, la revista American Journal of Health Education demostró que los estudiantes universitarios que sacaron puntuaciones altas en un test de alimentación intuitiva fueron asociados con un incremento en el disfrute y placer de la comida, un menor índice de masa corporal y menos desórdenes alimenticios. Por su parte, la Universidad e Minnesota (EEUU) realizó un estudio que concluyó que las personas que se alimentaban de manera intuitiva experimentaban una mejora en los resultados de salud mental.