En 2050 la producción de alimentos deberá incrementarse en un 70% si se quiere abastecer a los casi 10.000 millones de habitantes que habitarán el planeta. Es, según la Organización de las Naciones Unidas de la Alimentación y la Agricultura (FAO), uno de los grandes retos a los que se enfrentará la humanidad en las próximas décadas. Todo un desafío pero no el único, pues esta multiplicación exponencial de las necesidades alimentarias vendrá acompañada de un gran riesgo para el medio ambiente: el impacto del desperdicio de alimentos podría llegar a ser cuatro veces mayor que el impacto de las emisiones de todos los vuelos del mundo combinados.
Ante este más que preocupante horizonte, la implementación de las últimas tecnologías en la producción de alimentos se erige como instrumento clave para superar retos globales como la emergencia climática, la superpoblación o el agotamiento de los recursos.
El I+D+I y las soluciones que plantea, como la impresión 3D, el loT o el big data, podrían transformar nuestros menús, en tan solo unos años, para hacerlos más saludables y respetuosos con el planeta.
Aunque para la comunidad científica esto es ya una realidad, para el común de los mortales todavía suena a ciencia ficción. Conscientes de ello, hoy queremos profundizar en algunos de estos instrumentos tecnológicos que, sin duda, van a formar parte de nuestra vida y de nuestros hábitos de consumo y nutrición, en un plazo mucho más corto de lo que pensamos.
Gracias a esta técnica podremos individualizar el patrón dietético, de forma que dé respuesta a las necesidades de cada persona, de cada estilo de vida, de los gustos y de las pautas de salud de cada individuo. Se desarrollarán productos ajustados a las preferencias de olor, sabor, textura o formatos de envase adaptados. Es decir, la impresión 3D permite elaborar alimentos aptos para cualquier dieta, tolerancia o preferencias, controlando la diversidad y cantidad de nutrientes, las vitaminas o las calorías, con precisión milimétrica. Por ejemplo: se podría recrear un alimento con sabor, forma, textura y olor de marisco que fuera apto para personas alérgicas a estos productos del mar.
También serviría para allanar “tabúes” sobre una de las recomendaciones históricas de la FAO: la ingesta de nutrientes procedentes de los insectos. Gracias a la impresión 3D se podrían extraer todos sus nutrientes beneficiosos y reconvertirlos en formas y texturas en absoluto semejantes a estos seres vivos y muy atractivas para el comensal más reticente.
El agotamiento de los recursos, el cambio climático, la sobrepoblación y la creciente demanda de alimentos pone sobre la mesa la necesidad de implementar nuevas formas de producción agrícola. En este sentido, una de las propuestas que parece contar con más adeptos entre los científicos del ramo son las granjas verticales. Grandes extensiones de cultivo de plantas, situadas en edificios denominados farmscapers, que funcionan con la mayor eficiencia energética. Estas granjas son posibles gracias a la energía LED, que se utiliza como herramienta de fotosíntesis y al cultivo hidropónico (en una solución mineral, en lugar de suelo agrícola). Además de reducir en un 95% el consumo de agua con respecto al cultivo tradicional, la automatización del big data evita depender de las inclemencias climáticas y permite tener varias cosechas al año de productos de calidad y cercanía. Otra de sus grandes ventajas es que reduce drásticamente la contaminación de los suelos.
Gracias a la biotecnología se pueden generar plantas capaces de extraer mayores cantidades de dióxido de carbono y oxígeno a la atmósfera, potenciando su capacidad de llevar a cabo la fotosíntesis. Por otra parte, la ingeniería de los materiales permite reducir el desperdicio de alimentos utilizando materiales orgánicos, no aptos para el consumo, para desarrollar películas naturales capaces de proteger los alimentos de la oxidación, evitando así el desperdicio de alimentos. Una de las grandes revoluciones en este sentido es el microcapsulado. Un conjunto de técnicas que convierten pequeñas partículas, gotas de líquido o gases en microcápsulas, a partir de las cuales se pueden desarrollar alimentos más seguros, con mayor vida útil, más saludables y con nuevas y mejores propiedades.
Setas y hongos no solo son una delicia para nuestro paladar, sino que además podrían ser la base de una industria alimentaria con capacidad para proporcionar sustento a todo el planeta, eliminando los daños ambientales. La clave está en el ciclo de vida de los filamentos de los hongos y de sus transformaciones celulares, que parten de las esporas. Entre sus aplicaciones, por ejemplo, se podría mejorar la calidad de productos como los rebozados, con coberturas innovadoras, más crujientes y sabrosas y fundamentalmente, más sanas. También se pueden desarrollar vinos con mejores condiciones organolépticas o funcionales.
Podría ser un gran paso en el control sanitario de los alimentos. Se trata de una técnica que permite el examen exhaustivo de los patógenos existentes en un producto, para identificar qué especies microbianas están presentes y en qué porcentaje, gracias a un análisis de ADN. Los resultados son mucho más completos que los de un análisis tradicional microbiológico, ya que ofrecen información sobre todos los patógenos existentes en la muestra y no solo sobre las bacterias.
Tecnologías como el loT, el big data o la inteligencia artificial nos permiten conocer en tiempo real si una partida de productos está saliendo defectuosa en pleno proceso de producción y hacer así modificaciones sobre la marcha, reducir excedentes de producción y dar a las empresas un conocimiento profundo sobre los comportamientos de los consumidores, para que puedan adelantarse a sus gustos, reforzar su imagen de marca y producir exclusivamente lo que se vaya a comprar y consumir.
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.
ACEPTAR