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Hábitos que mejorarán tu salud digestiva esta primavera

La llegada de la primavera, con su explosión de luz, colores y buen tiempo, suele ser motivo de alegría y optimismo, pero el cambio de estación también tiene una cara menos positiva. Los problemas del sistema digestivo afloran y no es extraño que gastritis, ardores, malas digestiones y otros problemas estomacales e intestinales vengan a aguarnos la fiesta. Los cambios de estación se traducen en variaciones de las condiciones medioambientales y esto afecta a nuestro metabolismo. Nuestro cerebro recibe información sobre estos cambios y debe adaptar todo el sistema de control central a través de diversas modificaciones hormonales, de nuestro sistema nervioso e inmunológico o del sueño.

El sistema digestivo no es ajeno a estos cambios y debe adaptarse a las variaciones de temperatura, de luz o de necesidades energéticas. En este proceso el estómago es el primer receptor de los alimentos y esos días de adaptación se pueden traducir en molestias más o menos agudas o agravación de patologías ya existentes como la hernia de hiato, la gastritis o el reflujo.

Si este es tu caso, nuestro primer consejo es que acudas a un especialista que descarte problemas más graves y te recete el tratamiento correcto, pero, con esta premisa clara, hoy te sugerimos algunos hábitos que pueden mejorar significativamente las molestias leves propias del cambio de estación.

Consejos para combatir las molestias digestivas

Incrementa el consumo de alimentos que favorecen el sistema inmune

El sistema inmunológico está directamente relacionado con el aparato digestivo. Por tanto, uno de los primeros hábitos que debes comenzar a poner en práctica es consumir alimentos y nutrientes que ayuden a mantener tus defensas en plena forma. Entre ellos destacan los alimentos ricos en vitamina C, como los cítricos, el perejil, o los frutos rojos y verduras de hoja verde. Estos productos contienen polifenoles como la hesperidina, con propiedades antiinflamatorias y antioxidantes y vitamina C que beneficia la salud inmunológica.

Aumenta el consumo de probióticos

Los probióticos nos ayudan a repoblar y optimizar la flora intestinal para que cumpla su función y combata las bacterias patógenas, asegurando así la correcta asimilación de los nutrientes a través de la mucosa intestinal. Son más que aconsejables los alimentos fermentados como los lácteos, el yogur griego o el kéfir y productos ricos en vitamina D (presente en las yemas del huevo, el pescado graso o las setas).

Consume productos de temporada y cercanía

Estos productos están en el punto óptimo de maduración y repletos de nutrientes ricos en vitaminas y minerales que favorecen nuestra salud y muy especialmente el tránsito intestinal. Frutas, verduras y hortalizas deben ser las protagonistas absolutas de tu dieta. También puedes aprovechar la temporada para hacer acopio de estos alimentos super saludables y congelarlos para cuando ya no los encuentres en el mercado. Los alimentos congelados son nutricionalmente iguales a sus alternativas frescas y podrás utilizarlos en cualquier momento para elaborar platos saludables.

Aliméntate de forma más sostenible

Este hábito no solo te ayudará a mejorar tu salud digestiva sino también la del planeta. Se trata de reducir la ingesta de carne y procesados y aumentar la de verduras y frutas. A ser posible compra cereales y legumbres a granel y aumenta su consumo. Además de ser muy económicos son una fuente inagotable de nutrientes, vitaminas y fibra.

Aporta ácidos grasos Omega-3 a tu organismo

Las personas con niveles altos de Omega-3 tienen los índices más bajos de enfermedad cardíaca y las tasas más lentas de envejecimiento cromosómico, lo que tiene incidencia directa en nuestra salud digestiva. Por tanto, deberías aumentar el consumo de pescados azules como el salmón, el atún, la caballa o las sardinas, así como las nueces, las semillas de lino o los aguacates.

Evita comidas copiosas

La subida de las temperaturas ralentiza nuestras digestiones y un “atracón” puede ser el mejor desencadenante de todo tipo de molestias digestivas. No se trata de comer menos (salvo que te hayas propuesto adelgazar) pero sí de repartir la ingesta en varias comidas (4 o 5). Un buen truco para garantizar una buena digestión es no llegar a sentirte lleno sino quedarte con la sensación de que podrías comer un poco más.

Alimentos a evitar

Grasas saturadas, fritos, alimentos picantes e irritantes, procesados, cereales refinados, ácidos, bebidas frías, gaseosas o alcohol y productos ricos en azúcares, aromatizantes y conservantes. Y si este invierno has abusado de este tipo de alimentos, te aconsejamos que realices alguna dieta de desintoxicación (siempre bajo la supervisión de un especialista).

Bebe más líquidos

El calor favorece la deshidratación y en consecuencia, dificulta la digestión. Para evitarlo deberás aumentar la ingesta de líquidos (preferiblemente agua). Las infusiones, como el té verde, también son muy aconsejables por su alto contenido en antioxidantes.

Come en un ambiente relajado

Por poco tiempo que tengas para comer, éste debe ser un momento de tranquilidad y relax, que te permita comer relajado y disfrutar de la comida. Las prisas son las mejores amigas de las malas digestiones y el estrés no se queda a la zaga. Por tanto, aparca los problemas y preocupaciones de tu trabajo durante unos minutos y dedícate solo a disfrutar de cada bocado. Y si tienes comidas de trabajo, opta por platos sencillos, con pocas salsas y ricos en verduras o legumbres. En cualquier caso, es aconsejable que siempre que puedas comas en casa o te lleves al trabajo comida casera, pues suele ser mucho más baja en sales, azúcares y grasas saturadas.

Cuida tu cuerpo

Más allá de la alimentación, hay dos factores determinantes para tu salud en general y la de tu aparato digestivo en particular: el sueño y el ejercicio. Ambos son fundamentales a la hora de estimular tu sistema inmunológico y, por tanto, para el buen funcionamiento de tu estómago y muy especialmente de tu intestino. Por ello, te aconsejamos que realices ejercicio moderado, al menos una hora tres veces por semana y que intentes mejorar la calidad de tu sueño, evitando beber alcohol o bebidas excitantes como el café o el té y procurando no comer en las dos horas previas al momento de acostarte.

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