Se acabaron las vacaciones y toca volver a la “realidad”. El regreso a casa viene acompañado de una “cuesta de septiembre” que este año puede ser más empinada que nunca. Con los precios de la energía en continuo ascenso, la vuelta al cole puede ser el menor de nuestros problemas. Así que, es momento de poner en práctica nuevos métodos de ahorro doméstico y uno de los lugares de tu hogar en los que podemos recortar más los gastos es tu cocina. De hecho, es la estancia de nuestra casa que más consume, solo la nevera gasta el 20% de la energía de nuestros hogares. Por tanto, nos ponemos manos a la obra para reducir estas facturas porque, aunque parezca imposible, ahorrar luz y energía no es una utopía.
Si tus electrodomésticos son antiguos y consumen demasiado es muy probable que te sea rentable invertir en en otros más eficientes. Por si tienes dudas, un ejemplo: un electrodoméstico que en su etiqueta de eficiencia energética diga A+++ consume un 60% menos que uno del tipo A.
Puede parecer insignificante pero el mero hecho de abrir la puerta de la nevera y quedarse mirando a ver qué comes supone una gran pérdida de temperatura, que después deberá de recuperar multiplicando el consumo eléctrico. Un gasto extra que podemos eliminar fácilmente. Solo pensando primero lo que vamos a necesitar, metiendo siempre la comida a temperatura ambiente, descongelando los alimentos dentro de la nevera o situando este electrodoméstico lejos de las fuentes de calor (como una ventana soleada) conseguiremos un ahorro de energía nada desdeñable. También es importante adaptar la temperatura del frigorífico a cada época del año. Siempre dentro de los parámetros de entre 3 y 5 grados para la nevera y -18 y -15 para el congelador, podemos aprovechar el invierno para subir la temperatura y solo bajarla cuando apriete el calor. Se trata de aprovechar la temperatura ambiente para no dar trabajo extra a nuestro frigorífico.
Para que os hagáis una idea: cada vez que abrimos el horno, mientras está en funcionamiento, perdemos el 20% de la energía generada. Por tanto, para conseguir un uso eficiente de este electrodoméstico es fundamental no abrirlo cuando está trabajando. Utiliza la ventana y la luz interior para comprobar la evolución de tu preparación. También puedes planificarte y hornear varias cosas a la vez o usar el calor residual para finalizar el cocinado. Cuando apagamos el horno el calor se mantiene en su interior durante bastante tiempo. Por tanto, puedes apagarlo 10 minutos antes de lo que indica tu receta y dejar que se acabe de cocinar con la puerta cerrada.
Estos dos métodos de cocinar no solo te ahorran tiempo sino también dinero. La olla exprés permite cocinar en la mitad de tiempo y por lo tanto, consumiendo la mitad de energía. Por su parte, el microondas no solo es muy polivalente y te permite realizar recetas de todo tipo sino que, además, es muy eficiente. Y en caso de que no quieras renunciar al cocinado tradicional, no olvides tapar las cazuelas y las ollas mientras estás cocinando. Tardarás mucho menos en conseguir la temperatura correcta o en que el líquido comience a hervir y la comida se cocinará mucho antes.
Este consejo es especialmente importante cuando usamos placas de vitrocerámica o inducción, pues si el tamaño de olla o sartén no es el adecuado para cada fuego estaremos desperdiciando buena parte de la energía. En todo caso, siempre es mejor utilizar un recipiente ligeramente mayor que el fuego para que no se pierda nada de calor. Muchas veces utilizamos el fuego más grande porque creemos que así cocinaremos más rápido, pero lo cierto es que lo único que estamos consiguiendo es derrochar energía.
Es habitual pensar que los programas largos son los que más energía gastan pero nada más lejos de la realidad. Los modos eco duran mucho más tiempo pero consumen mucha menos energía, porque utilizan agua más fría. Y otro falso mito que queremos desvelar: lavar a mano NO gasta menos que hacerlo en el lavavajillas. Todo lo contrario, gasta más agua y más luz.
Apagar los electrodomésticos no basta para ahorrar electricidad, porque mientras están conectados a la red eléctrica siguen gastando energía. De hecho el “stand-by” supone el 10,7% del consumo total de la vivienda. Así que, cuando no los estés utilizando, desenchufa todos tus aparatos eléctricos.
Son sinónimo de eficiencia energética. Por tanto, si todavía no has cambiado la iluminación de tu cocina, éste puede ser el momento idóneo para hacerlo y comenzar a ahorrar en tu factura de la luz. No olvides que la iluminación representa un tercio del gasto de la luz de una vivienda. También es una gran ayuda, a la hora de ahorrar energía, aprovechar la luz natural y evitar encender luces innecesarias.
Escatimar en ollas o sartenes te puede salir muy caro. Puede que los utensilios low cost nos ahorren unos euros en la compra, pero se estropean mucho más fácilmente y suelen estar hechos con materiales que no conducen bien el calor y que, por lo tanto, requieren de mucha más energía durante el cocinado.
Lo que se traduce en que planifiques el menú de toda la semana e intentes cocinar, todo aquello que se pueda guardar en el frigorífico, en una sola tarde o día. Ahorras tiempo, aprovechas el calor residual de la cocina o el horno, consumes menos luz y reduces la energía necesaria para fregar porque utilizas menos cacharros. Por otra parte, al comprar todos los ingredientes a la vez evitarás continuos viajes al supermercado con el gasto adicional de combustible que éstos suponen.
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