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La “moda” de comer pechuga y fiambre de pavo: ¿Es oro todo lo que reluce?

El fiambre o pechuga de pavo se ha convertido en uno de los indispensables de la nevera de todo aquel que se cuida o dice que quiere cuidarse, adelgazar o simplemente, comer de manera saludable y equilibrada. Pero ¿este producto, tan de moda, responde realmente a la cualidades que se le atribuyen? Su buen “nombre” se debe a un hecho real: la carne de pavo está formada por un 75% de agua, contiene gran cantidad de proteínas de alto valor biológico, vitaminas y poca grasa, menos incluso que la de pollo. Una porción de pechuga de pavo aporta tan solo 104 kcal, muy por debajo de las 197 que nos aportaría un filete de ternera, las 273 que ingerimos con una ración de cerdo o las 225 kcal que aporta el cordero lechal.

Por tanto, indudablemente, la carne del pavo es más que aconsejable si quieres seguir una dieta sana o hipocalórica. El problema radica en que, muchas veces, confundimos la carne de pavo con los fiambres que se elaboran con ella y ni son lo mismo ni tienen el mismo valor nutricional. De hecho, alguno de los ingredientes de estos fiambres pueden tener efectos perjudiciales para la salud, si se consumen en grandes cantidades. Debemos tener en cuenta que el fiambre de pavo se engloba dentro de los denominados productos ultraprocesados y en la mayoría de ellos, solo entre un 40 y un 70 % de sus ingredientes es carne. En muchos casos, además de la carne se le añaden féculas o almidones (en el etiquetado pueden aparecer como glucosa), azúcares, leche en polvo, grasas, especias, proteínas lácteas o vegetales y otros aditivos poco recomendables.

A pesar de todo lo anterior ¡que no cunda el pánico! En el mercado encontramos multitud de fiambres de pavo que sí son saludables, pues cumplen con la legislación española. Según ésta, la pechuga de pavo solo puede llevar carne de pechuga y no otras partes del pavo y únicamente se le podrá añadir sal. Ni féculas ni almidones.

Por tanto, como norma general, si quieres garantizar que estás consumiendo un producto saludable, te recomendamos que leas con detenimiento las etiquetas de los alimentos procesados. Todos los productos que encontramos en los supermercados cuentan con el beneplácito de las autoridades sanitarias, pero eso no es sinónimo de producto ligero o equilibrado, por mucho que así lo diga su envase, el marketing o la publicidad.

Bondades de los fiambres de pavo

Aclarado este punto, si nos aseguramos de que los ingredientes del producto que compramos son los que deben ser, efectivamente, la pechuga o el fiambre de pavo pueden convertirse en nuestros aliados a la hora de seguir una dieta hipocalórica o simplemente equilibrada.

Bajo en grasa

El pavo es una carne magra. Contiene una media de 2,2 % de grasa por cada 100 gramos y de ellos tan solo el 0,44% es grasa saturada. Unos porcentajes mínimos, pues son incluso menores que los del pollo, que aporta 9,7% de grasa por cada cien gramos, de los que el 2,63% son ácidos grasos saturados.

Menos colesterol que otras carnes

El pavo no está libre de colesterol pero su contenido es mucho más bajo que el de otras carnes. Un filete de pechuga de pavo sin piel contiene 62 mg de colesterol, mientras que el de pollo aportaría 64 mg, un filete de ternera 103 mg y uno de cedo 80 mg.

Ricos en proteínas

La carne de pavo contiene proteínas de alto valor biológico. Es decir, es rica en aminoácidos esenciales, que son aquellos que nuestro organismo no puede sintetizar por sí mismo y por tanto, solo los garantizamos a través de la alimentación. Además, también contiene metionina, un aminoácido que ayuda a metabolizar mejor dichas proteínas. Una ración de pechuga de pavo aporta 24,6 gramos de proteína. Una cantidad nada desdeñable pues, por ejemplo, una mujer de 60 kg, que no realice una actividad física intensa, solo necesita ingerir 48 g de proteína al día, por lo que con dos filetes de pechuga de pavo tendría cubiertas sus necesidades diarias.

Son ricos en vitaminas y minerales

El pavo aporta vitaminas del grupo B, destacando la niacina o B3, que ayuda a convertir los alimentos que comemos en energía (un adulto necesita 16 mg al día y 100 gramos aportan 13).

También es rico en vitamina B6 y B12. Además, nos aporta magnesio, zinc, potasio, fósforo y selenio.

Alto poder saciante

Como el pavo no tiene hidratos de carbono, únicamente las proteínas y en una mínima medida las grasas, contribuyen a aportar calorías al organismo. Si tenemos en cuenta que las calorías que nos llegan de las proteínas requieren muchísima mas energía para descomponerse que las de las grasas o los hidratos de carbono, el resultado será que la digestión y metabolización de dicho nutriente será mucho más lenta y que, por tanto, nos sentiremos saciados durante mucho más tiempo.

Cuidado con la sal

El principal inconveniente que suelen tener tanto los fiambres de pavo como el resto de derivados cárnicos procesados, suele ser la sal. Salvo que optemos por los bajos en sal, habitualmente este producto aporta entre 2,5 y 3 gramos de sal por cada cien gramos. Si tenemos en cuenta que la Organización Mundial de la Salud pone el tope diario en 5 gramos, con tan solo ingerir una loncha de 35 gramos ya estaríamos consumiendo una quinta parte de la recomendación diaria.

Por otra parte, si consumimos cualquier producto bajo en sal tenemos que tener en cuenta que eso no quiere decir que no tenga en absoluto. De hecho, su contenido en sal suele aproximarse a los 1,5 gramos por cada 100. Por tanto, tampoco debemos abusar de este alimento, muy especialmente si somos hipertensos.

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