Si estás en Estados Unidos y un amigo te invita a comer a su casa es más que probable que te agasaje con el tradicional mac and cheese. Esta sencilla receta de pasta y queso es uno de los emblemas de la gastronomía norteamericana, pero pocos conocen que su origen nada tienen que ver con las grandes mansiones o los restaurantes más laureados. La receta del plato estrella de los hogares estadounidenses nació de las manos de un esclavo: James Hemings, el cocinero de Thomas Jefferson.
El tercer presidente de los Estados Unidos se enamoró de la pasta en un viaje a Italia a finales del siglo XVIII y en 1790 hizo que le enviaran una máquina para fabricarla. Y, no contento con ello, llevó a Hemings a instruirse con los mejores cocineros italianos y franceses.
A su vuelta a Estados Unidos se convirtió en uno de los cocineros más notables del país y quiso comprar su libertad a Jefferson. Éste le propuso un trato: si quería irse tendría que enseñar a su hermano menor, Peter Hemings, todas las recetas que había aprendido.
Así lo hizo. El cocinero presidencial compartió todo su saber con su hermano Peter, quién presentó el “pastel de macarrones con queso” en una cena de estado de principios de 1800. Aquí nació esta leyenda de la cocina norteamericana, cuya receta aparece en 1824 en The Virginia Hausewife, el primer recetario publicado en Estados Unidos.
Pero, su popularidad llega en 1837, cuando la gran depresión sume a los norteamericanos en graves dificultades económicas. Los apuros para llegar a fin de mes hicieron que el “Macaroni and Cheese”, de una conocida marca de comida preparada, se convertirá en el alimento básico de muchos hogares. Con tan solo 20 centavos de dólar se alimentaba una familia de cuatro personas.
Lo cierto es que, a pesar de su sencillez y contundencia, esta tradicional receta americana es deliciosa. Para realizarla necesitamos unos macarrones pequeños denominados coquilletes o coditos, que bañaremos con una salsa ligera tipo bechamel cargada de queso fundente.
Si hemos conseguido abrir tu apetito y tus ganas de probar este tradicional plato norteamericano, solo tienes que seguir esta receta y deleitarte con el resultado.
Para conseguir la textura perfecta es importante que hirvamos la pasta la mitad del tiempo indicado en las instrucciones, ya que se terminará de hacer en el horno. El tiempo total de preparación ronda los 40 minutos y te puede servir como plato principal o más bien único, pues una ración contienen más de 800 calorías.
Calentamos 40 g de mantequilla en una sartén y al tiempo precalentamos el horno a 180 grados.
Tostamos 30 g de harina de trigo en la mantequilla, removiendo bien para que no se formen grumos.
Veremos muy poco a poco los 400 ml de leche mientras removemos con las varillas.
Al cabo de dos o tres minutos obtendremos una bechamel ligera.
Incorporamos 150 g de queso cheddar rallado y 150 g de queso parmesano rallado.
Removemos a fuego bajo hasta que los quesos queden bien integrados.
Mientras, ponemos a hervir 2 litros de agua en una olla grande con bastante sal. Cuando hierva añadimos los 150 gramos de pasta y dejamos que se cocine la mitad del tiempo que indique el fabricante en el envoltorio. Los escurrimos bien y mezclamos en la sartén con la salsa de queso.
Removemos suavemente hasta que los macarrones queden bien impregnados de manera homogénea.
Si la sartén en la que has hecho la salsa sirve para el horno puedes introducirla directamente y si no, viertes la mezcla en una bandeja o recipiente apto para hornear.
Espolvoreamos con 30 g de queso parmesano rallado.
Horneamos a 180 grados, con calor arriba y abajo, durante 10 minutos en total y los últimos 5 minutos con grill para que gratine y nuestra receta tenga su toque crujiente característico.
Sacamos del horno y servimos inmediatamente.
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