Viajar a la India es un despertar de sentidos. Acabo de aterrizar. Son las 2 de la tarde e intuyo que mi olfato y gusto van a vivir unos días intensos. Y no me equivoco.
En la India, y especialmente en el sur, comer es mucho más que simplemente llenar el estomago. Me dirijo a mi hotel, pero antes hago una parada donde degustar alguna delicia hindú. Un típico restaurante donde los locales comen. No debe ser malo (me digo) porque está a rebosar.
Un chico joven se sienta a mi lado y se inicia una conversación que cambiará por siempre mi visión sobre la comida de la india: comida del alma. Tamarindos, cúrcuma, pimienta, curry, cardamomo y más especias que solo se pueden encontrar en esta parte del globo. Me envuelven sus fragancias mientras mi amable conversador me cuenta que para ellos la comida es energía, es religión, es cultura y tiene propiedades medicinales. La comida es sanadora, una bendición y ahora escuchándole mi plato me sabe a gloria.
Kerala sorprende con sus paisajes. Campos de arroz, plantaciones de especias, ríos serpenteantes y playas de palmeras.
He degustado ya algunos de sus platos gastronómicos pero me quedo con este: Theeyal. Es un plato vegetariano que inunda el paladar en una explosión de sabor: berenjena, chalota, Chile rojo, cilantro, cúrcuma, pimienta, agua de tamarindo, semillas de mostaza, coco rallado… Imposible quedar indiferente.
Energía y vitalidad en cada parte de mi ser. Tanto si es por el delicioso Theeyal como si no, siento que es el momento de adentrarme en el mundo espiritual de Kerala.
Una inmensidad de emociones me espera… ahora ya sí, con el estómago lleno.
Por Nuria Belenguer
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