El cambio en los hábitos de consumo y más concretamente en la alimentación, es un hecho que marca tanto el comportamiento de los compradores como el de la industria alimentaria. La creciente preocupación por los hábitos saludables y por una alimentación sana, equilibrada y natural, da un protagonismo creciente a los productos cero procesado, ecológicos y de proximidad. Unos productos que se convierten en los pilares de las principales tendencias que marcarán la alimentación a lo largo de este año.
Es una de las corrientes nutricionales más extendidas. Comenzó a sumar adeptos en España a partir de 2019 pero, sin duda, la llegada de la pandemia y la obsesión por cuidar nuestra salud, que el covid trajo como consecuencia, la ha consolidado desde 2021. El realfooding defiende el consumo y la divulgación de la comida natural y sencilla y destierra los procesados. En la despensa de un realfooder jamás encontrarás refrescos y bebidas azucaradas, bollería, cereales refinados, zumos envasados, snacks o barritas, dulces, galletas o carnes y pescados ultraprocesados.
El Real Food defiende el consumo de productos “reales” tales como los frutos secos, las legumbres, los cereales de grano entero, las verduras, frutas y hortalizas, los pescados, las carnes y mariscos sin procesar, los huevos, la leche fresca, el café y las infusiones.
Sí aceptan algún procesado como los yogures, el aceite de oliva, el pan integral, las conservas, los alimentos congelados, las legumbres envasadas, los embutidos, los alimentos envasados al vacío o las bebidas vegetales sin azúcar.
Esta tendencia alimentaria causa furor entre los más jóvenes y su principal característica es el valor del origen del producto. El auge de las redes sociales ha hecho que los consumidores demanden mucha información de aquello que van a consumir. Queremos saber su procedencia, si ha sido procesado, cómo se transporta, qué empresa lo produce o cómo trabajan las personas que lo elaboran… Con toda esa información, cada consumidor se decanta por aquellos productos que en su producción o elaboración cumplen requisitos que se acercan y respetan sus ideas o convicciones.
Al conocer el origen de cada producto podemos conocer la calidad de la materia prima con que se ha elaborado y tendremos plena consciencia de lo que estamos adquiriendo. Además, podremos saber si se han utilizado químicos o pesticidas, si en su producción se emiten gases de efecto invernadero o si se sobre explotan campos o acuíferos. También podemos aproximarnos a cuestiones sociales, tales como las condiciones laborales de las personas que los elaboran o si se salvaguarda el bienestar de los animales que los producen.
Las grasas se han demonizado históricamente pero lo cierto es que su consumo en pequeñas cantidades es necesario para mantenernos saludables. En concreto, las grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas pueden ser muy beneficiosas. Cumplen diversas funciones vitales para nuestro metabolismo, como el facilitar el transporte de diversas vitaminas, la producción de hormonas o el almacenaje de energía. Entre ellas, cada vez están más de moda todas aquellas que provienen de productos vegetales, tales como el aceite de oliva, girasol, soja, coco o los destilados de frutos secos. Precisamente éstos, junto con las aceitunas o los aguacates son las fuentes de grasas vegetales más recomendadas por los nutricionistas.
Han estado presentes en nuestra alimentación desde hace siglos, pero en la última década los frutos secos se han convertido en uno de los snacks más recomendados y consumidos por todo aquel que quiera llevar una dieta equilibrada y saludable. Eso sí, se deben consumir al natural o tostados, nunca fritos o super condimentados y a ser posible, mejor optar por aquellos orgánicos. Este snack es una gran fuente de energía y son especialmente recomendables para las personas activas y los deportistas.
Pero, los frutos secos no son los únicos tentempiés saludables con los que podemos saciar nuestra hambre entre horas. La industria de la alimentación nos ofrece cada vez más alternativas para estas pequeñas comidas entre horas como el hummus, el guacamole, las cremas vegetales para “dipear” o las verduras o tubérculos deshidratados o liofilizados.
Esta iniciativa nació con el objetivo de reducir el consumo de productos animales y por ello proponía que a lo largo del mes de enero no se consumiera ninguno de estos productos. Lo cierto es que cada vez son más los que extienden este propósito al largo de todo el año. De hecho, cada vez encontramos más productos de origen vegetal que sustituyen a la carne animal y más concretamente a la carne roja. La soja texturizada o las albóndigas o hamburguesas a base de vegetales son ejemplo de estos productos o elaboraciones, creados para simular que estamos comiendo carne cuando en realidad ingerimos verduras, hortalizas o legumbres.
Los milennials son los impulsores de esta tendencia que se basa en una concepción de la alimentación saludable en la que prima la simplicidad, tanto en los alimentos en sí como en su elaboración. Es por ello que se da una tendencia significativa al consumo de productos frescos, ecológicos y de proximidad.
Esta simplicidad se exige también en las etiquetas de los productos. El consumidor quiere un listado corto y simple, en el que se reconozcan los ingredientes y en los que no aparezcan aditivos, saborizantes, azúcares o grasas y sal en exceso.
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